31 de maig 2011

Article al Butlletí del Centre Jordi Pujol

Un dels elements diferenciadors d’aquest alto el foc respecte d’altres és que la decisió d’ETA és posterior a la iniciativa política de l’esquerra abertzale, cosa que, del 1978 ençà, no havia passat mai. ETA no ha cedit mai la iniciativa política a l’entorn sinó que mitjançant l’ús de la violència ha volgut forçar la negociació política amb el govern de Madrid. Les treves dels anys 1986, 1996 i 2006 es van decretar a canvi d’encetar negociacions (el 1996 amb el PP a Zurich i el 1986 amb el PSOE a Alger), o bé a canvi d’acords previs amb el govern de Madrid, com va passar amb la treva del 2006, acordada amb el govern de Rodríguez Zapatero. En aquests casos, el trencament de la treva va ser provocat per la fallida de les negociacions o per l’incompliment dels acords pactats, cosa que va justificar, per exemple, el trencament de la treva del 1999: segons ETA, el PNV i Eusko Alkartasuna, no van respectar els acords preestablerts.

Ara no hi ha compromisos per part de ningú, i, per tant, ETA no podrà argumentar cap incompliment per justificar un futur canvi de la decisió presa. Una decisió que es deu al canvi que ha experimentat el món etarra. A més, Euskadi ha canviat. I molt. La capacitat d’agitació de l’esquerra abertzale ha minvat i cada cop és més reduït el nombre de persones que comparteixen el diagnòstic d’ETA. Els partits nacionalistes democràtics ofereixen, tant en el discurs com en la praxi, una via per poder vehicular les reivindicacions independentistes delsabertzales. Tot plegat ha fet que la demanda d’abandonar la lluita armada hagi crescut exponencialment entre els que abans la defensaven. Aquest procés de convenciment (que és estratègic i en cap cas ètic) sobre l’ús exclusiu de la política ha estat acompanyat per altres partits bascos que han ajudat a l’acceleració d'aquesta decisió oferint-se per fer de l’independentisme democràtic la força política quantitativament i qualitativament clau en el panorama polític basc. Així hem d’entendre el procés de col•laboració de forces democràtiques com Eusko Alkartasuna, Aralar o Alternatiba amb l’esquerra abertzale.

I d’ara en endavant, què? En el comunicat fet públic, ETA feia seu el full de ruta dissenyat per l’esquerra abertzale. Això és: procés de negociació entre partits polítics (una taula per a la Comunitat Autònoma Basca i un altra per a Navarra), consulta a la població i respecte per part dels governs de l’acord aconseguit. L’acceptació d’ETA d’aquesta estratègia vol dir que accepta convertir-se en actor secundari i que per tant deixa en mans de l’esquerra abertzale la capacitat negociadora. A diferència del que es diu a Madrid, ETA no demana cap preu polític per deixar les armes. La pilota és al sostre del País Basc. Tanmateix, és clar que l’actitud del govern de Madrid pot ser beneficiosa o perjudicial segons què es faci. De fet, el govern té dues oportunitats per propiciar un bon ambient polític per a la consecució de la pau: el compliment de la llei sobre matèria penal-presos i la legalització de les llistes electorals que presenti l’esquerra abertzale per a les eleccions municipals.

Tot plegat, doncs, em fa ser optimista. Optimista perquè crec que ETA s’ha adonat que la violència ja no té sentit. Tard, però ho ha vist. No puc evitar pensar en els anys de patiment que el conflicte armat basc ha creat: víctimes mortals, exiliats, torturats, segrestats, perseguits, etc. Afortunadament, però, la idea d’una Euskadi en pau on totes les idees siguin possibles cada cop és més real.

Article del dia 18 de gener de 2011 sobre la treva d'ETA publicat al Butlletí número 238 del Centre d'Estudis Jordi Pujol.

De la imagen prudente a la positiva






La campaña electoral catalana ya está a punto de llegar al final. Los partidos ya preparan sus grandes actos multitudinarios finales con la esperanza de motivar a algún votante que todavía dude sobre si votar o no, y en caso de hacerlo, a qué formación.

La campaña de CiU ha estado muy ajustada al objetivo real de la federación nacionalista para esta campaña: no cometer errores. La campaña de promoción del propio proyecto ha durado cuatro años, en un marco de paulatino pero constante desgaste del gobierno tripartito. De hecho, la percepción generalizada sobre la conveniencia de un cambio en el gobierno de la Generalitat no se ha debido tanto a los méritos de la oposición de CiU (salpicada por casuísticas incómodas como el Caso Palau) como a la negativa imagen que el Gobierno ha transmitido a su electorado: desunión entre los socios de gobierno, ausencia de liderazgo, incapacidad de influencia, ineficacia de gestión y un largo etcétera que han marcado para el PSC y ERC un largo vía crucis. En esta disyuntiva, Artur Mas ha jugado el papel del candidato prudente, ajeno a la euforia de sus propias filas, manteniendo un rictus respetuoso pero seguro de sí mismo y de las propias propuestas. Ha sabido hacer girar la campaña entorno a sí mismo, desbancando al president Montilla del papel de actor principal de la campaña. Un dato sintomático que ilustra esta idea: Artur Mas ha sido el candidato que más propuestas de acuerdo ha recibido del resto de partidos.

La campaña del PSC ha estado marcada especialmente por los chocantes vídeos realizados, la presencia de cargos del PSOE cada día de la campaña y, obviamente, la figura de Montilla. El PSC ha hecho malabarismos: ante el descrédito del tripartito hizo público su deseo de no repetir esa fórmula (a pesar de ser su única posibilidad real de poder repetir mandato); ha procurado hacer un discurso basado en la justicia social al mismo tiempo que daba protagonismo a sus compañeros del PSOE enfrascados en una reforma laboral y de pensiones inexplicable desde la óptica de la justicia social; y ha visto cómo Montilla ha intentado desarrollar su imagen de hombre normal.

Una ERC temerosa del factor Solidaritat y Reagrupament ha intentado salvar los muebles en la medida de lo posible. Su llamada al voto para evitar que el PP sea la tercera fuerza del país dice mucho de los objetivos marcados para la campaña. Las expectativas no son buenas, y ante la posible perdida de peso, ERC piensa más en unos resultados que no provoquen unas luchas intestinas que puedan lacrarla ante las municipales del año que viene.

PP y Ciutadans compiten por el mismo mercado. Los primeros, temerosos también del factor Anglada y su proyecto de Plataforma per Catalunya (impactante la imagen de un skin entre el público con un tatuaje que decía White Power) han endurecido su mensaje sobre la inmigración. Ciutadans, que comenzó la legislatura con tres escaños y la acabó con uno, intentará sobrevivir con el único mensaje de protección del castellano.

En general, considero que hemos sido testigos de una campaña bastante limpia. El debate ha sido más sobre propuestas que sobre actuaciones, y gracias a ello, no hemos caído en personalismos que en nada ayudan. La abstención se prevé importante. De hecho, uno de los grandes desafíos del nuevo gobierno será volver a crear, poco a poco, una imagen más positiva de la política.

DEIA publikatutako artikulua. 2010/11/27

30 de maig 2011

Balance del Tripartit


EL principio básico de todo politólogo es poder analizar los acontecimientos políticos que nos rodean desde una perspectiva alejada de los hechos que hemos de analizar. Los politólogos hemos de ser observadores de la política y no, en cambio, actores activos que participen en ella. En consecuencia, el análisis sobre la gestión de un gobierno tiene que basarse en parámetros objetivos para poder comparar cuáles eran los objetivos iniciales y cuáles han sido los resultados finales obtenidos. En este sentido, la valoración del tripartito no puede ser más que negativa.

El segundo tripartito, formado de nuevo por la coalición PSC-CpC, ERC e ICV-EUiA, mantuvo la misma apuesta estratégica que el primer tripartito: aliarse desde la izquierda. Esta apuesta, deseada inicialmente por socialistas y eco-socialistas, encontró otra vez en ERC un aliado que les permitió constituir una mayoría parlamentaria en contra de la federación que había ganado las elecciones: CiU. ERC, como ya hizo en el primer tripartito, volvió a justificar su apuesta en clave social, aunque esta vez añadió un nuevo motivo: acercar el PSC a planteamientos más catalanistas. Además, ERC esperaba que cuatro años más de oposición de CiU supusieran una crisis interna en la federación nacionalista que favoreciera a los republicanos. Se trataba de trastocar el mapa político nacionalista catalán a su favor. Así pues, los objetivos de la alianza eran meridianos: reivindicar un giro a la izquierda en la actuación de gobierno y reforzar a ERC por encima de CiU.

Girar a la izquierda una actuación de gobierno quiere decir cambiar las prioridades de actuación y las formas de llevarlas a cabo, es decir, establecer objetivos tanto cualitativos como cuantitativos en la actuación de gobierno que afecten, principalmente, a los servicios públicos; a priorizar acciones encaminadas a eliminar la exclusión social; fomentar la actividad económica y social del sector público y, finalmente, socializar la actuación pública mediante el fomento de la participación de la sociedad civil en las esferas de decisión política. La propia Generalitat nos ofrece datos sobre lo realizado en este aspecto: 17.000 nuevos maestros de escuela; 40.000 plazas nuevas de guardería; la construcción de 8 hospitales, 123 centros de salud, 52 comisarías y 18 palacios de justicia; 132.000 beneficiarios de las ayudas de la Ley de Dependencia; 500.000 personas que en situación de desempleo han accedido a la formación; 62.000 personas han recibido ayudas para el alquiler o la hipoteca y se ha iniciado la construcción de 54.000 viviendas protegidas; se han creado nuevos regadíos; se ha disminuido el kilometraje total con peajes así como las víctimas por accidente de tráfico y se han construido 18 nuevas estaciones de metro en Barcelona.

Estos datos han de ser complementados con una serie de consideraciones que nos permitan valorar de un modo más apropiado la actuación del gobierno.

Primera consideración. Las actuaciones públicas han superado las posibilidades financieras del país. El déficit de 5.256 millones de euros del año 2009 es una buena prueba de ello. A pesar del aumento de la presión fiscal, el gasto ha sido tal que la urgencia por encontrar recursos financieros inmediatos ha obligado a la Generalitat a endeudarse todavía más con la emisión de bonos de la Generalitat.

Segunda consideración. Las inversiones en infraestructuras no han compensado el déficit crónico de inversión por parte del Estado español. De hecho, se constata un descenso progresivo durante esta legislatura: 557,1 millones (2007); 829,4 millones (2008); 707,2 millones (2009) y 661,7 millones (2010). Este descenso demuestra la incapacidad de negociación del Gobierno de la Generalitat, que no ha querido o no ha podido utilizar la supuesta influencia del PSC sobre el PSOE en las Cortes de Madrid.

Tercera consideración. La pretensión izquierdista del Gobierno se ha encontrado con un grave problema. A pesar de los recursos destinados, la realidad es que el porcentaje del total del presupuesto de la Generalitat destinado a políticas sociales ha disminuido desde 2003. Si en 2003 fue un 55,5% del total, este año ha sido del 54%, que aumenta a su vez respecto a los años 2007 y 2009, que fue del 54% y del 51,6% respectivamente. Este descenso del total de los recursos utilizados para las políticas públicas ha ido acompañado, en cambio, por un incremento del 61% desde 2003 del personal relacionado directa o indirectamente con las empresas públicas que implementan estas políticas. El aumento de personal, combinado con el descenso de recursos utilizables, ha tenido una consecuencia inevitable: la ineficacia.

Cuarta y última consideración. Las ayudas a viudas o menores han sido ridículos. En cuatro años, la pensión por viudedad ha aumentado 7 euros mensuales y las familias reciben 36 euros más por niño que hace cuatro años. La Sanidad ha sido otro aspecto importante de la gestión del Gobierno. A pesar de la introducción del céntimo sanitario, el tiempo de espera en la sanidad publica catalana es muy superior a la media española.

Más allá de la gestión, a la hora de hacer balance del Tripartito es necesario hablar, también, de la proyección de la imagen del Gobierno, teniendo en cuenta que ha tenido una responsabilidad directa en la desafección política que predomina en Cataluña. De hecho, el Gobierno no ha sabido crear confianza. Más bien al contrario. El Tripartito no ha sabido gestionar el acuerdo entre tres partidos políticos diferentes, que seguramente eran demasiado diferentes entre ellos. Las tensiones entre unos y otros han sido constantes y el president no ha jugado su papel de autoridad interna cohesionadora, ni tan siquiera en aspectos tan importantes como la Ley de Educación.

Los tres partidos han hecho uso del gobierno en beneficio propio. Preservar el propio perfil y contentar al electorado respectivo han sido las prioridades por encima del buen funcionamiento del Gobierno. Cada departamento de la Generalitat se ha convertido en un compartimiento estanco, lo que ha debilitado la figura del president y ha generalizado la sensación de desgobierno. Sensación más profunda en el caso del PSC debido a la sumisión a los intereses del PSOE.

La evolución, o involución, del autogobierno ha dominado la ultima legislatura. Según fuentes del Gobierno, el Estado ha transferido a la administración catalana 19 competencias. Aunque la oposición las reduce a 11, es evidente que es un número muy inferior a los 40 traspasos que el acuerdo tripartito preveía conseguir durante esta última legislatura. Los recursos presentados al Tribunal Constitucional contra el Estatuto dieron paso a cuatro años de incertidumbre que la sentencia, contraria al autogobierno catalán, agravó.

El hecho de menospreciar, y finalmente rechazar, la voluntad democrática expresada por el pueblo de Cataluña en referéndum ha tenido su efecto: hoy en día un mayor número de catalanes dudan del encaje de Cataluña en España. Y en este sentido, el Gobierno tripartito no ha podido liderar la respuesta a la sentencia del Tribunal Constitucional por los constantes desacuerdos entre los socios y por la incapacidad del PSC de enfrentarse al PSOE en Madrid. En una de las situaciones políticas más complicadas desde la llegada de la democracia, el Gobierno se ha visto superado por los hechos y por la sociedad civil, cuestión que ha hecho más evidente que nunca que este Gobierno no ha sabido liderar el país.

Un gobierno formado en clave izquierdista para aparcar la reivindicación nacionalista ha sido superado por el determinante debate del autogobierno. ERC ha salido más perjudicada en esta disyuntiva que las otras dos fuerzas del gobierno. Su apuesta por nacionalizar al PSC ha resultado un fracaso, hasta el punto que la actual campaña socialista se decanta más que nunca por dejar de lado su carácter más catalanista, sin olvidar el enorme costo interno que esta apuesta ha tenido para ERC: la escisión del sector más nacionalista. La apuesta de ERC responde a dos posibles claves: la incapacidad para hacer la lectura política correcta en cada momento, o bien, a pesar de hacerla, optar por mantenerse en el Gobierno por encima de cualquier otra consideración.

Fracaso y decepción. Este es el balance del tripartito de José Montilla. Es posible que Cataluña necesitara conocer cuáles eran los límites de la alianza de los partidos PSC-CpC, ERC y ICV-EUiA. El primer tripartito ya demostró que la apuesta no había sido muy positiva para el país. Por esta razón, el segundo tripartito nació con más oposición que el primero. El resultado final es evidente incluso para el president Montilla: es una fórmula agotada. Cuestión que invita al cambio. La historia es una concatenación de etapas y fases. La del Tripatit, por tanto, ya ha pasado.

DEIA egunkarian publikatutako artikulua. 2010/11/23